En medio de un tórrido verano que se escurre hacia las canaletas de la Historia, un presidente desbocado en palabras y acciones genera reacciones «prestisimas».
Argentina, un país con una «casta» educada y habituada a los derechos humanos y sociales (que él considera «curros»), observa atónita cómo este anti-Perón, un Robin Hood al revés, se asoma al balcón de la Rosada junto al secretario de Estado de Estados Unidos, Anthony Blinken, prometiéndole jugosos negocios con litio, petróleo o lo que fuere.
Recursos naturales que no todas las provincias están dispuestas a entregar en bandeja de plata: ni a Milei, ni a sus amigos trasnacionales o mega-empresarios.
Argentina se encamina hacia una locura, con una base hormigueante de personas cada vez más pobres y peor alimentadas.
Los días de Milei son una caja de sorpresas. Un comunicado de los gobernadores patagónicos, con la voz firme del chubutense Nacho Torres, marca un límite: si nos niega la Coparticipación, si nos descuenta parte del dinero para pagar a docentes, policías y trabajadores de la Salud, le cerraremos el grifo de gas y petróleo.
Los hidrocarburos que, por ley, les corresponden a las provincias antes que a la Nación.
Hubo un tiempo en que se criticó esa Ley Corta, argumentando que esos recursos soberanos deberían regresar a la Nación. Pero ahora queda claro que las provincias tienen un arma poderosa ante cualquier avasallamiento del presidente o de cualquier ente que represente a la Nación, esa entelequia formal basada en contexto histórico, consenso e historia que Milei, en su mesianismo, pretende dinamitar.
¿Qué es la Nación para Milei? ¿Un patio propio donde puede hacer lo que le plazca, entregando recursos a Blinken o a Elon Musk? Nacho Torres le dice un rotundo «no».